Nino Bravo canta al amor en «Pasaporte a Dublín»

La acción se desarrolla en el Centro de Producción de Programas de Prado del Rey, en un doble decorado: el estudio 1, lugar en que se graban los programas de «Pasaporte a Dublín», y el estudio 10, vulgo cafetería, punto de cita de cuantos, a este o al otro lado de las cámaras, tienen algo que ver con televisión. Los pasillos también juegan.
   Dos únicos personajes: Nino Bravo -un muchacho valenciano, excelente cantante, moreno, de buena estatura, ni guapo ni feo, y preseleccionado para ese viaje a Dublín que centra el interés del programa- y un regidor. Fuera de campo también interviene lo suyo Valerio Lazarov, que es quien dicta las órdenes al susodicho regidor.

Acto primero

   En el estudio 1, última hora de la mañana, Valerio Lazarov está grabando uno de sus programas. Para ser exactos, el que tenía como protagonista a Conchita Márquez Piquer. Nino Bravo lleva puesto lujosa capa dorada, pantalón oscuro, ceñido, camisa color naranja; también, varios collares; un gran aro dorado en una oreja, a modo de pendiente, y va tocado con un extraño gorro con falsas perlas y abalorios. Casi a cada instante se lo quita y se lo vuelve a poner. Forma fila con el resto de sus compañeros en «Pasaporte a Dublín», y toca, o simula hacerlo, una calabaza rítmica, mientras baila una samba que ha debido perfeccionar en Río de Janeiro, de donde hace sólo unas horas que regresó.
   Casi por señas, le indico mi deseo de charlar con él unos minutos. Su conformidad me llega envuelta en una sonrisa.
   Acaban de grabar un «mini-bloque» y, mientras se controla su calidad, inicio el diálogo:
   -Tú ¿por qué cantas?
   -¡Toma! Porque me gusta.
   Casi me ha gritado la respuesta, pese a que en el estudio reina relativo silencio. Sin duda, influencia del bullicio anterior, el necesario para la grabación.
   Interviene el regidor: «Vamos a grabar». Y Nino corre a ocupar su puesto en la fila.
   Nueva pausa.
   -¿Seguirás cantando muchos años o esto de la canción será flor de un día?
   -Como pienso vivir muchos años, y cantar es lo que más me gusta, seguiré haciéndolo hasta los ochenta y…
   El regidor ha vuelto a intervenir: «Señores, vamos a grabar».
   Y nos quedamos sin saber el pico.
   La nueva interrupción es para anunciar que hay una hora de descanso para comer. Los intérpretes salen del estudio 1, camino del estudio 10. Y yo, con ellos.

Acto segundo

   Apenas unos minutos más tarde, los justos para encargar la comida. Ha habido suerte, y Nino ha logrado atrapar al paso a uno de los camareros apenas nos hemos sentado. Ahora no lleva la capa. Ni el gorro, claro. Pero sí los ceñidos pantalones, y la camisa, y los collares, y el bigote y las barbas postizos tras los que le ha obligado a ocultarse Valerio. Aunque poco, pues el bigote es bien fino y las barbas muy recortadas.
   -Tienes fama de poco simpático.
   -Ya es suerte que hablen de uno. La gente siempre dice cosas. Sobre todo, de los que triunfan o van camino de hacerlo. Pero no, no creo ser antipático; quizá un tanto introvertido, retraído…
   -¿Y no será timidez?
   -¿Tímido yo? Yo tengo más valor que el Guerra.
   -Lo cortés no quita lo valiente, ni la valentía la timidez. ¿Por qué te crees valiente?
   -Porque hace falta valor para enfrentarse al público en cualquier sitio. También desde un escenario o detrás de un micrófono.

   Charlamos. Nino habla del profundo respeto que tiene a su profesión, a todas las profesiones. Me dice que no hay un buen profesional sin un oficio bien aprendido y bien practicado. Que el éxito, en la vida, depende del trabajo y del esfuerzo. Hablamos de Valencia, su tierra natal, y de que, en aquellas tierras, los músicos parecen darse tan bien como las naranjas. Me explica que comenzó a cantar en un coro, cuando tenía nueve años, pero que nunca ha querido estudiar canto porque desconfía de los profesores que conoce. Que estudia él solo, y mucho, por temor a caer en manos de alguien que pretenda colocarle la voz en un sitio distinto al que la tiene. Pero que también esto de cantar bien es cuestión de educación, de aprendizaje, de método.
   -La verdad es que soy muy poco intuitivo; prefiero madurar las cosas, reflexionarlas, a fiarlas al azar o a la inspiración del momento.
   -Demasiado frío para quien canta tantas canciones de amor…
   -¿Es que el ser consciente impide ser sentimental? No lo creo así, porque el amor es lo más hermoso del mundo y mientras haya amor habrá vida. Sólo hasta ese momento. Y le canto al amor -canto canciones de amor-, porque a la gente hay que hacerla feliz.
   Y hablando de amor, un tema que siempre interesa a las mujeres, se nos pasa la hora de descanso.

Tercer acto

   La acción discurre entre el estudio 10 y la puerta del estudio 1, con una breve visita a maquillaje. A Nino le retocan barba y bigote, le ponen un poco más de colorete y sale disparado hacia el estudio. Entre tanto:
   -¿Qué piensas de tu participación en «Pasaporte a Dublín»?
   -Pues eso: que lo importante es participar. Ya sabes que el viejo aforismo aquel de «suerte tengas, que el saber de poco vale» se ha convertido en «publicidad tengas, que el saber de poco vale».
   Y, con todo, Nino sí sabe. Y bien que sabe, que la mayor parte de sus canciones, por lo que tengo oído, las graba sin cortes ni repeticiones. Y ha sabido crearse una imagen pública de 
cantante importante y con garra. Y anda grabando ahora un LP de cara a las próximas Navidades, con el que piensa batir más de un récord de ventas. Y su «Te quiero, te quiero» se escucha cada día por todas las emisoras de España. Y anda preparando ya «las Américas», con un ventajosísimo contrato en puertas. Y es, sobre todas las cosas, un profesional de cuerpo entero.
   -Suerte, Manolo.
   La gran puerta del estudio 1 se ha cerrado ya a sus espaldas. El telón ha caído.

Así es él

Se llama Luis Manuel Ferri Llopis. Lo de Nino Bravo surgió en el seno de una reunión de amigos empeñados en buscarle nombre comercial a Luis Manuel. Nació en Ayelo de Malferit, un pueblecito de la provincia de Valencia, y comenzó a cantar en público a los nueve años, formando parte de un coro, mientras estudiaba el bachillerato. Después, siguió la carrera de Comercio, que no terminó; estudió contabilidad de empresas y, cuando apenas había iniciado su trabajo profesional como contable, hubo de dejarlo al pasar a formar parte de uno de esos conjuntos que proliferan en la región valenciana. Cumplió su servicio militar en la Marina. Al licenciarse, hace un par de años, decidió emprender la carrera de cantante solista. Ya con el nombre de Nino Bravo hizo su presentación oficial en el Festival de Atenas de 1968. Conquistó allí un cuarto puesto. Más tarde, de la mano de Manuel Alejandro, se colocó como finalista en el Festival de Barcelona, pero fue en su eliminatoria en el Preeurofestival celebrado en Barcelona cuando se convirtió en estrella. Esa eliminatoria hizo proclamar a los críticos en pleno que había nacido un cantante: Nino Bravo. Su último disco, con la canción «Te quiero, te quiero», está en la lista de popularidad de todo el país.

María L. GALLART